Saxofón





Había una vez un planeta Tierra, los habitantes de este planeta estaban obsesionados con el espacio, tanto así que vivían en constantes guerras para ver cuál era el país que lograría conquistarlo; todos los días apuntaban sus telescopios y satélites a algún lugar del firmamento, esperando encontrar algún vestigio de vida. Un día muy inesperado los satélites captaron un mensaje, descifrarlo fue complicado ya que solo llegaba un extraño “bip bop, bip bip bop…”. Tras arduas horas de trabajo, muchos científicos lograron entenderlo: “Queridos habitantes del planeta 23-LÁCTEA, hace unos años nos enteramos de su existencia y reconocimos que son una especie inteligente, igual a la nuestra. Por esto queremos invitarlos al decimonoveno encuentro intergaláctico, donde nos reunimos para celebrar la vida inteligente. Aquí los esperaremos con nuestros 4 brazos abiertos…”. El mensaje continuaba dando algunos datos de las coordenadas para llegar al planeta 57-ANDRÓMEDA. Como era de esperarse todos los científicos entraron en un profundo shock, ¡esto era lo que estaban buscando desde hace tanto tiempo! Pero ¿cómo lo harían? ¡Había tantas cosas por organizar!

Al día siguiente hubo una junta, se reunieron todos los grandes científicos del planeta. Sentados en una mesa redonda empezaron a discutir, eligieron 3 representantes, la nave que se utilizaría para llegar hasta Andrómeda y hasta si deberían llevar regalos de agradecimiento. Pero se quedaron estancados en el último paso, ¿cuál sería el uniforme que usarían para representar a la Tierra? Parecía una pregunta tonta y superficial, pero escondía un gran significado, el uniforme tendría que hablar por el planeta; así pues, ¿qué característica del ser humano se quería ver representada en este?

Para resolver esta pregunta se hizo una encuesta a la totalidad de la población humana, la pregunta era simple: ¿qué caracteriza a nuestra especie y a nuestro planeta? Respuestas fue lo que hubo. Algunos decían que el amor, otros que la felicidad, el encanto, la naturaleza, el trabajo, la guerra… ¿la guerra? Esta respuesta se recibió por montones y los científicos quedaron paralizados. ¿Cómo podría ser la guerra algo que caracterizara al ser humano? Pensaron en la veracidad de esta afirmación y se dieron cuenta que muy posiblemente era cierto, es lo que más ha habido en la historia del mundo, batallas y más batallas. Pensaron que estas guerras las causaron la avaricia, las ganas de tener siempre más, de tener lo que otros países no tenían, y se planteó la idea de que este mismo deseo era el que los llevaba a querer ir al encuentro intergaláctico.

Referente a esta afirmación algunos sostenían que era un sentimiento poco importante y que no debería desviarlos de su meta. Sin embargo, otros, entre más lo discutían, más se les hacía clara la idea de que antes de visitar otros planetas deberían arreglar el suyo, que sus deseos no podían ir más allá de sus deberes, porque ¿con qué seguridad podríamos expandir nuestros horizontes conociendo nuevas especies alienígenas si ni siquiera podemos comunicarnos entre nosotros? Así, decidieron, un poco a regañadientes, que ya no irían al encuentro intergaláctico, sino que se quedarían a resolver sus problemas internos. Enviaron un único mensaje a los alienígenas: “bip bip bop”.
Volver